Hace un tiempo leí que en los cisnes, el padre tiene una tarea de guarda y vigilancia y nada más; pero si la hembra muere, ocurre algo asombroso, de inmediato el padre se hace cargo de todo y sustituye a la madre en forma perfecta.
Lo cierto es que los padres cumplen varias funciones en la vida de un ser humano. Entre esas mi viejo siempre supo resaltar de manera directa (o indirecta quizás) la más importante, cual es la mejor herencia: el aprendizaje.
El me enseñó a comer bien, con sus banquetes aprendí que también puede haber arte en un plato.
Me enseñó a andar en bicicleta, usando la dosis extra de tolerancia que siempre lo hizo particular, me dijo que me caería, pero que sería necesario para el aprendizaje, hoy en día puedo caer y sabré que debo levantarme para tratar nuevamente hasta lograrlo.
Me enseñó a temer, porque un alma sin miedos no es real, me enseño que él no le teme a muchas cosas o que al menos eso es lo que aparenta al hacer sus locuras que sacan de quicio a mi madre.
Me enseñó a ser esposo, a que no importa que la vida te depare existen compromisos que cumplir y que se pueden hacer con amor.
Me enseñó que un hombre también llora, cuando partió del país no aguanto las lágrimas al dejarme atrás.
Me enseñó a tener paciencia, no importa la intensidad de la situación hay que pensar antes de actuar, y que aunque la gente no lo crea la paciencia te traerá mucho respeto de los demás. A que somos humanos y que cometemos errores, como cuando yo chocaba su auto o el choco el mío.
Me enseñó que escribir toma tiempo, que hay que hacerlo bien, más que una obsesión es por el placer de los que leen.
Me enseñó a reinventarme, a superar los duelos, el estatus constante de migración, la inestabilidad de un futuro incierto, nada es excusa para ser infeliz.
Me enseñó que no necesitas un título universitario para ser un excelente profesional, sin una licenciatura ha sido más exitoso que muchos masters por ahí.
Me enseñó a ser autodidacta, con su típico "búscalo en el diccionario", la importancia de estar afiliado a una biblioteca y su indiferente forma de no mover las piedras de mi camino.
Me enseñó que nunca es muy temprano ni muy tarde para ser padre, yo vine a su vida a sus 22 años y mi segundo hermano llego 17 años después.
Me enseñó el poder de una madre, que ellas siempre sabrán mejor, el rol de un hombre en la vida de una mujer, incluyendo a su pareja, madre e hija. Que el padre representa el complemento ideal para la madre, el apoyo para su fortaleza y el uso de la razón, cuando la emoción perturba su discernimiento
Me enseñó a automotivarme, uno de los puntos más críticos de la adultez, saber empujar tu propia carreta.
Me enseñó que no importa en qué país vivamos, las vidas que el tocó lo recuerdan con un tipo genial.
Me enseñó un millón de cosas más y a la vez le falto enseñarme otro millón más. Esa mezcla perfecta de cosas que sí y cosas que no; es el aprendizaje que ha formado gran parte del hombre que soy hoy. Del padre que seré algún día y del abuelo que será él. Un ciclo de generaciones magnifico en el gran baile de la vida.