Thursday, June 20, 2013

Compañero de Viaje

Él aparentaba estar en las cifras bajas de los setenta, en los ochenta había sido un ingeniero químico muy exitoso monopolizando la producción de una sustancia para todo el país, lo que le permitió estudiar Derecho y Finanzas, "para saber un poco de todo ¿viste?".

Nació en Córdoba, vivía en Porto Alegre, tenía sus cuentas en Montevideo, con las que hacía compras en Panamá. Hizo de todo en la vida, menos "revolear la cartera"; fue estafado varias veces, nunca se había casado -ni tenía hijos- y en los últimos tres años ya llevaba dos pasaportes llenos de incontables sellos por los treinta países que andaba visitando.

Nicolás, por mi fortuna, no sabía distinguir cuando yo quería dormir, mucho menos dejar de ver las fotos de la arquitectura de Buenos Aires o Praga. Lo que irremediablemente me forzó a prestarle atención (mi hermana me ha hecho apreciar la arquitectura). Él, con respiración forzada y ojos azules pero cansados, resultó ser esa advertencia que salta en mi cabeza y dice "!Alerta, alerta! seguramente hay algo importante aquí que aprender".

Y sí que lo había, después de siete horas de vuelo con muchas charlas, ocho idas al baño, seis píldoras que se tomó (con los cuatro vasos de Coca-Cola), las cinco veces que marqué página en Así Habló Zaratustra, un ron abuelo que me di por merecido y una discusión sobre si Ciudad de Panamá está en el pacífico o en el atlántico (en la que me gané un alfajor a pesar de mis pobres conocimientos geográficos); Nicolás ya en mayor confianza, al fin aflojó aquella frase con sabor a suspiro: "no tengo con quien dividir los hoteles".

Entonces comprendí. Tanto viajar y vivir, llega un punto inevitable donde estar es mejor que regresar o partir. Que hasta los más exitosos graduados en la carrera de la soledad, deben sacar las finanzas de las emociones compartidas, y pobre de los que las cuentas les salen negativas, se les nota en los ojos, especialmente si son azules.

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